RELACIONES
Juan Carlos Vasquez
Se
acabaron las copas, quedamos desconcertados, sin nada que decir ni que pensar hasta
que el jefe efectúo un movimiento y nos despedimos. Quería salir de inmediato,
habían pasado muchas semanas en las que el sueño era corto por las obligaciones del trabajo y nuestros rostros alargados y pálidos reflejaban ese esfuerzo físico y mental
del que abusábamos repetidamente.
Llovía con fuertes ráfagas de viento, afortunadamente
estaba cerca y corrí hasta casa, cuando entre me quede estático entre la penumbra, sintiendo una cruda acidez y el recuerdo
de los tragos. Estaba incomodo, con esa continua irritación estomacal por tantos años de exceso.
Mientras
divagaba pasaron un par de horas, me dormí. Estaba soñando que saltaba y me quedaba suspendido. Había llegado a apoderarme
de una sensación sublime que me sujetaba a una inmensa relajación pero el teléfono repico bruscamente y con el sonido el sobresalto.
Después de darme media vuelta sin medir el espacio mi cabeza choco contra el entorno de la cama y me desenrede de las sabanas para tomar el auricular. Lo primero que escuche fue el bostezo de Alina luego
sus acostumbradas exigencias, las mismas exigencias de los últimos años, eso me irrito del
todo y preferí colgar , salir. Al dar unos pasos sentí una incomodidad pero no le preste atención. En las sucias aceras de la Lextintong una fila de míseros humanos recostados, rastreando esperaban, hasta que
un hombre salio de un edificio y todos corrieron para comprarle, para rogarle créditos o canjes. Aquel espectáculo visual
se repetía diariamente y como siempre tenia que parecer desentendido
para no tener problemas.
El paso se
abrió con la llegada de la policía, casi inmediatamente Alina salio de la otra esquina y se detuvo invitándome al parque.
Acepte, extrañamente lo que pensaba que me hundiría por completo empezó a levantarme desde su nuevo intento que consistía
en rezar. Comencé mi inútil tarea de reconstrucción en silencio mientras ella
urgió diciendo dejarme, al acariciar sorprendentemente mi rostro como
si se deslizase por lana. La fe y el deseo se fueron uniendo, estuve meditando
con cada toque sobre mi piel.
Al levantar la cabeza vi otros colores mucho mas difuminados, me recosté sobre el césped
mirando al cielo. Nubes que semejaban cerdos, cerdos que se desplomaban hasta aplastarme en el suelo luego una secuencia de
imágenes raras, rostros del pasado con expresiones confusas, muecas graciosas y enfadadas que me daban risa.
Alina me abrazo pisando al calculo, escuchando el tronido de las flores, sentí sus
sacudidas, como si se
consumiese por dentro. Después de insistir en rezar blasfemo, la tome por los hombros y la recosté. Relajándose se
atrevió a decir que pensaba en un hijo y entendí su nerviosismo. Le acaricie el cabello apretándole las manos. Brindábamos por los transeúntes por nosotros y volvimos a la casa entre el ruido interminable
y repetido de los autos.
Los
segundos fueron horas, sentado en el sofá de la sala puse a prueba mis conocimientos del
trabajo. Sabia que no era necesario acudir a una idea complicada bastaba juegos
estúpidos y publicitarios. Odie mi circunstancia, enumere aquellos momentos en que mis jefes me apuntaban informaciones, comentarios sobre mis bajos perfiles. Era el momento en que me sentía entre jueces. Pero sabia
que allí estaba Alina, ella podía hacerme creer que mis pensamientos estaban bien y que era el resto del mundo el que se equivocaba, me sacaba de mis leyes, de mis crudas relaciones imposibles
de desanidar.
Me bañe, cene viendo televisión, me acosté escuchando Ravel mientras terminaba un cigarrillo.
Alina iba dos veces por semana para cocinar hacer el amor y luego discutir no obstante estaba convencido, Alina me había convertido
en su tesis de grado porque se mantenía observándome mientras abría libros, mientras leía pensaba pero siempre de la situación
surgía un absurdo porque terminaba diciendo que en principio no era lo que la
información aseguraba y que la gente no estaba de acuerdo una con la otra.
Los silencios intercalados se mezclaron con un cruce de miradas, me seducía como la primera vez, con la silueta de su cuerpo bajo la falda casi
transparente, con sus senos sobresaliendo en frente de mi cara en un movimientos de constante rectitud. Quería ser perfecta,
presentarse como esas mujeres de pasarela que yo veía en las
madrugadas en la televisión, aun con sus problemas y desatinos yo la consideraba la mujer mas hermosa y ejercitaba la imaginación mientras navegaba con mis ojos sobre
sus ojos, la experiencia de hacerlo me era un delirio, todas las discusiones,
las divergencias terminaban cuando nos tocábamos.
Ya
no quería mas discutir ni estallar al unísono de esos complejos estados de angustia cuando mi mayor alegría, así pasaron los
meses. Después de un largo tiempo nada había cambiado. Alina lloraba en la habitación, en el auto, en las calles. Me interrogaba
mas de veinte veces al día, abría las gavetas, corría detrás de otras personas cubriéndose para espiarme. Me insistía con
el dedo empujándome la frente, diciéndome estúpido luego te amo, pasaba de sus escenas dramáticas a una sonrisa enfermiza
suspirando profundamente al comprobar que yo la veía con extrañeza. Cambiante incursionaba haciéndome muecas para que me divirtiera.
Al verme tenia una excesiva sudoración, en sus únicas referencias daba a entender
que de mi comportamiento nacía su culpa pero que todo era a consecuencia de mi crianza entonces no supe si echarle la culpa
a mis padres a ella o a mi.
Siempre
Alina subía su tono, lo bajaba, quería cometer una locura, tres cartas por días, seis llamadas, dos de tarde, dos de noche,
dos de madrugada. Mezclaba su pasión con su odio. Alina era un Vai-ven, una figura diagonal que se apoyaba en mi pasándome
la mano por la cabeza para decirme calmaras cuando ella era la agitada.
Pero
Los elogios por mas esfuerzos que hacíamos fueron quedado en el pasado, por alguna
razón morbosa la ley era no despegarnos, perdimos el interés por todo menos por
nuestra compañía, no queríamos ir por alimentos ni por agua, cuando empezamos
a sentir la inclemencia de la sed y el hambre Alina estallo en carcajadas llorando, sentí un terrible dolor de cabeza, quería
salir, quería quedarme, no sabia que hacer.
El
hambre fue mas fuerte que el infortunio y decidí cocinar, con el cuchillo con que cortaba descargue una terrible violencia
sobre una verdura formando unas figurillas, Alina medito la acción, no me dijo nada pero me acuso de algo con la vista.
Después de mucho pensar me informo que
tenia un compromiso, el compromiso era una verja - me dijo- que saltarla equivaldría a pensar que nuestro futuro era posible,
no pronuncie palabra, no reprobé su intento, entonces corrió desordenadamente
y un salto originado por el mal calculo hizo que su pie se enredara en el alambrado y cayo de cabeza. El golpe le interno
un crujido, un ojo se le perdió debajo del párpado.
Casi
en la acción de reír me informo que una brisa fresca le soplaba en los tímpanos. Desde entonces Alina fue muy ocurrente y
todos reían por sus constantes cambios de emociones.
Sus
formas sociables fueron cambiando por unos nuevos dolores de cabeza, se encerraba diariamente en su cuarto objetando un gran
amor a su soledad. Estiraba las piernas y leía varios libros
sin terminar ninguno. Al verla en aquel ciclo que paso de semanas a meses tome la determinación de marcharme a otra ciudad
pensando que aquel alejamiento tal vez pudiese regenerarla.
Al
pasar tantas semanas me di cuenta que no podía recuperarme de la nostalgia de tanto recuerdo. Mas de la mitad de nuestras vidas habíamos estado haciendo todo juntos, compartíamos lo mas cotidiano y lo mas inusual.
En
aquellos tiempos siempre me invitaba a reír a deshacernos de lo común, de la normalidad. -La vida estalla con el humor- me
decía - para que observase los rostros
tan dispares de la gente en la ciudad, para mi fue extraño captar aquello. Rostros vulnerables e introspectivos. Hombres pequeños
a la caza de trabajo. Mujeres sentadas en el piso que tomaban café, personas que quizá habían
abandonado a alguien o sido abandonadas con miradas vacías. Después de varias cuadras llegábamos al mismo hotel, yo
siempre pensaba que haríamos y como lo haríamos, cuando entrábamos ella ponía música, tarareaba la melodía. No quería que la apresurara se tomaba su tiempo
para bañarse y desvestirse arreglando cosas, esperaba ternura aunque después se transformara.
Todos
aquellos recuerdos eran un mosaico de motivos, de ilusiones pero ahora solo era desorden y anarquía. En los dos años que transcurrieron
pasaron muchas cosas, pactamos confesarnos hasta lo mas mínimo reconociendo que una descomunal rutina nos estaba llevando
al mas dantesco aburrimiento. En vano buscábamos una seña en el cielo pero las fisuras de la amargura nos llevaba inevitablemente
a enfrentarnos.
Mas de una noche cayo un insomnio silencioso, hacíamos el amor e inmediatamente renacía
esa furiosa tormenta que nos enceguecía, para alentarnos de nuevo recurríamos a
imágenes del pasado, disimulábamos jugando a ponernos colitas y pasadores en el cabello como si fueseramos dos chiquillos.
Hacíamos danza, nos embriagábamos hasta quedar tendidos en el piso.
Mi
casa era otro mundo, pero de tantos vernos en esos espacios ella me golpeo en la cara, llego el extremo de bloquear el pasillo con una cama para separarnos el uno del
otro y todo lo hacia de su lado.
Cuando
decidí volver Alina se desnudaba para dormir. Mientras estuve lejos muchas cosas pasaron.
Ella había aceptado una invitación para conversar y bebió mas de cuatro copas lo necesario para que su resistencia a intimidar se desmoronara. Fue el otro día en que se dio cuenta que lo que aquel
hombre llamaba oficina de negocios no era mas que un hotel de mala muerte, que estaba atrapada entre una cama y un cuerpo que empujaba violentamente sobre ella. Yo en cambio había seducido a una menor, había
despilfarrado todo mis ahorros en los bares mas atroces del
submundo en la gran ciudad, desde entonces arrastraba una ulcera.
Los meses pasaron, la inquietud de Alina era mas y mas evidente, yo no me quedaba atrás.
- ¿Que crees de esto, que crees de aquello...? - Era Alina.
-
Déjame en paz. Vete de aquí- Era yo.
Note
que seguía mezclando sus razones con sus deseos y preferí salir a tomar aire un rato pensando en que decirle. Ya me había
ido, ya había regresado, ya había entrado a la casa ahora salía.
Aquellos
instantes fueron un recordatorio inexpresivo, Alina bañándome, yo peinándola,
Alina llorando, yo enviándole un ramo de rosas., Alina rasguñándome, yo corriendo fuera del
cuarto.
De
repente la inmovilidad paso a mi predeliccion y aunque aun movía el dedo del pie izquierdo fui dejándolo de mover, sintiendo
una lejanía, el transito de la sangre en mis venas, una inflexión penetrando
la cornea retrayéndome como si estuviese al inicio de un profundo trance y me di cuenta del desastre que reinaba en mis sentidos
porque no podía fijarme en algo concreto. En ese instante Alina apareció con una incógnita visible pero no hice caso de la
importancia del momento, ya
no eran sus acciones una alarma y trate de explicarle.
Escuchar
aquello la exaspero de nuevo y la desesperación de no tener una respuesta acorde la
hizo salir al jardín.
Allí
estaba el jardín entre objetos ideales, sillas, columpios, mesitas con ceniceros y una cerca de alfajor llena de enredaderas
y rosas. Vi su deseo de regar y
así paso mas de la mitad de la mañana.
Me
puse muy nervioso, ya no experimentaba alguna sensación concreta y preferí buscar algo, en los rincones, en las gavetas. En ese
instante tuve un pensamiento que no era mío. La fiebre de una batalla ardía en mi corazón.
Sentí
sacudidas en el abdomen y apuñe un plato recorriéndolo de punta a punta, no podía resistirlo, sudaba, era un arrebato frenético
y vi un tenedor. Alina se alejo, llena de envidias y rencores innombrables empezó una critica salvaje contra sus amigas, me
relaciono con todas la mentiras, con todos los hombres que le habían hecho daño, debatía
en voz alta sobre mi comportamiento. Sentí un cansancio, comencé a preguntarme como ella lo
hacia, soñé en volver a tenerla pero escuche de nuevo con desagradable sorpresa
sus detestables acusaciones chillando como un demonio. El circulo en que caminaba inevitablemente la
condujo hasta mi, aunque peleaba quería que la recibiera con ternura en mis brazos al dar la vuelta completa.
Trate
de cambiar el tema pero insistió en solucionar, sus palabras estaban acompañadas de muecas que traían consigo algo repulsivo,
entraba en contradicciones de conducta y de lenguaje, contradicciones que no pude descifrar. ¿Que era aquello a que se refería?
Alina
abrió todos los ojos cuando escucho el cubierto chocar contra el plato y grito.
Después de una pausa, sentí un alivio, pensé todo posible, pero al bajar la mirada vi sangre caer por sus caderas. Instintivamente Alina miro y noto la herida.
-¡Te
pasaste! -Me reclamo- no era para tanto- percibo un ruido insoportable en la cabeza, algo rompiendo que fluye pero por favor
ve y busca algo con que detener esto- estaba temblando.
-¡Me
mareo!- exclamaba- Pude notar que sentía dificultad al respirar, se ahogaba al tratar de decirme.
-Siempre
piensas que yo exagero, pero esta vez te juro que no lo hago. ¡Me duele Julio! ¡me duele! -
Poco
a poco se fue quedando inconciente, enrollándose mientras trataba infructuosamente
de ponerse en pie. Me sumergí en sueños apoyándome en su cabeza. Verla diluirse no me inspiraba lastima.
Cuantos
meses habían pasado sin salir, sin ordenar un poco los pensamientos y ver cuales eran los problemas reales. Pensé en un nuevo
empleo, quizás mudarme de ciudad. Me fui quedando dormido se hizo un gran silencio y una infinita calma.
A
la mañana siguiente me detuve a espantar moscas,
corría tras de ellas una a una hasta la ventana. Alina con un ojo entreabierto, boca arriba, ya no decía, ya no esperaba. Había un silencio que no conocía. Me perdí por un instante pero fue inevitable mirar
su rostro. Su ojo guardaba ciertas remembranzas nostálgicas como
si pensase en nuestro pasado cuando casi adolescentes manejábamos bicicletas por el parque.
Me arrodille y acaricie su nariz larga y puntiaguda, apreté su mandíbula. Nunca le había dicho que me gustaba su mandíbula.
Vino a mi mente: Alina clavando algo, sus manos huesudas golpeadas por el martillo con aquel afiche "Feliz Cumpleaños Julio"
Y hacia tanto de eso.
Estaba
entre el arrepentimiento y la justificación lo que había hecho por que lo había hecho y recordé el instante en que la conocí.
Era un domingo por la tarde y la detuve quedándome mudo al no saber por donde empezar.
Cuando
los días pasaron decidí sacarla, tome uno de sus pies con ambas manos y la arrastre
fuera haciendo una consideración después de juzgarme un rato.
En
mi caso solo era un hombre enamorado, lo que pasa es que ya nadie juega limpio y retome mi esfuerzo inicial.
Esa misma mañana la policía llego para desalojar un inquilino moroso y utilizo una
palanca para forzar la puerta. Cuando salí escuche el ruido y saque de mi bolsillo el tenedor que había utilizado para informarle
al oficial todo lo relacionado con Alina.
En la puerta del
cuarto a desalojar estaba parado el agente Vélez, tenia una hoja y anotaba con un bolígrafo azul sobre un papel párrafos cortos
haciendo un inventario de los objetos. Cuando el agente me observo le pregunte para estar seguro.
-
¿Agente, Cree usted que esto pueda romper un órgano a tal magnitud de causar la muerte?-
El oficial subió la mirada
y con señas le ordeno algo a su subalterno luego me comunico lo que sucedería.
-¡Mire! Aunque vine inicialmente por un desalojo entiendo que las cosas han cambiado.
Me puse nervioso cuando escuche sus palabras y trate de explicarle de que se trataba
pero no me dejo.
-Quizás
no me entienda bien -insistió casi gritando- su rostro se lleno de sudor,
se
acercaron para dominarme entre ambos pero no opuse resistencia y me deje sujetar.
Pensé
en Alina y me trastorne por el bochorno. En transito hacia la cárcel inicie un ciclo de semejanzas y comparaciones, esbozos
cómicos. Los agentes me hablaban de mi sangre fría, me sentí acechado, la pensaba, luego hice un gesto impreciso que podría
interpretarse como una desconexión. En el auto me interrogaron mas de veinte veces, me insistían
con los dedos graciosamente levantados apuntándome a la cara.
Mientras
me imaginaba, Vague por donde ella vagaba. Pensando: tome sus hábitos, sus ideas, sus costumbres. La imitaba exigiéndole verse
en mi propio espejo.